-¡Mira! Eso parece un
conejo.
-¡Sí!- dijo él riendo,
señaló otra masa blanca y esponjosa que paseaba por el cielo- ¿Y esa qué? ¿A
qué te recuerda?
La chica pareció pensárselo
mientras entrecerraba los ojos para ver la forma exacta de la nube.
-¡Un dragón!
-¿Un dragón? Pues vaya, y yo
que creía que era un lagarto.- la chica rió y luego alargó su mano hacia el
cielo. Él se atrevió a preguntar- ¿Qué haces?
-¡Quiero tocar las nubes!
El chico arqueó la ceja
divertido y después se levantó del verde césped. Miró a la chica que seguía
tumbada y la agarró de la cintura obligándola a levantarse. Se agachó y subió a
la chica a sus hombros. Era demasiado pequeña así que no pesaba demasiado. La
chica alargó más la mano.
- Están muy lejos.
-A ver- dijo el joven
mientras bajaba a la chica de sus hombros.- ¿Cómo conseguimos tocar las nubes?
-Podemos comprar nubes de
algodón. Así tocaríamos siempre la nube.- el chico rió con ganas.
-¿Sabes? Yo toco las nubes
siempre que me abrazas. También las logro tocar cuando pasas tiempo conmigo.
La chica sonrió y corrió a
abrazar al chico, apenas le llegaba por la cintura y eso le hizo sonreír, era
tan pequeña.
-¿Y no preferirías estar en
otro lado, con otra persona?
Él negó con la cabeza, no
necesitaba nadie más, solo a ella. La cogió entre sus brazos y la abrazó
fuertemente.
-Por favor, no te vayas
nunca.- le dijo al oído. La niña le rodeó los brazos al cuello y le habló.
-Sabes que me tengo que ir.
Además ya va siendo hora de que te despiertes.
-No, no quiero- dijo esta
vez entre lágrimas- No soportaría pasar otro día más sin mi pequeña hermana.
-Lo estás haciendo muy bien.
Venga suéltame ya. Me tengo que marchar,
mañana volveré y podemos tocar las nubes juntos ¿vale?
La niña se separó de él y le
secó las lágrimas. Comenzó a andar hasta desaparecer del sueño del chico. Él se
quedó allí sin saber qué hacer, esperando a que pronto pudiese volver a verla,
porque le encantaba la forma en que la pequeña niña le hacía tocar las nubes.
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